A la chica de París

Creo haber perdido el control de mis sueños. Desde hace dos noches, una simpática mujer de tierna sonrisa con vestido blanco, de ojos felices y grandes, de cabello moteado con polvo de oro, me persigue por las calles de París para jugar a quitarme la vida.

El juego consiste en ella dándome caza durante las noches parisinas para besarme hasta dejarme al borde de la vida, porque sus labios tienen el extraño poder de quitarme el aliento, las fuerzas y el sentido de la vigilia hasta dejarlos al mínimo. Lo sádico es que ella -tras dejarme al límite de la vida- se echa a correr y regresa su vista hacia mí para invitarme a perseguirla. Todo mientras se ríe de mis torpezas, de mis pasos tambaleantes y de mi sinsentido al hablar.

Una vez satisfecha, ya cansada de reír en medio de las callejuelas de Montmartre, se deja atrapar y me vuelve a besar para devolverme la vida. Me toma entre sus brazos y cuida de mí durante un par de horas hasta recuperarme del todo, momento que aprovecha para absorber mi vida a través de sus labios y reiniciar la persecución. De hecho, en todo el sueño ella no pronuncia ni una palabra, solo escucho su sonrisa según lo lejos que esté de mí.

Así transcurre el sueño hasta que ambos terminamos en el río Sena. Se queda conmigo por un tiempo, tomándome de la mano a lo largo del recorrido hasta sentir que despertaré en los próximos segundos. Cuando eso sucede, ella desaparece sin explicación, corriendo hacia cualquier esquina para verme desde el borde de la pared.

Lo último que veo es su sonrisa, su rostro reflejado con la poca luz de los postes y sus manitos haciéndome adiós desde lo lejos. Y yo inmóvil no ando detrás de ella, porque sé que es un sueño, que ella solo existe en lo más profundo de mi memoria. Al menos tiene el detalle de irse dejándome restaurado por completo. Es como si me cuidara para jugar después a los besos casi asesinos.

¿Quién será? Su cara se me hace la mezcla de tantos rostros. Su sonrisa la ternura de tantas otras. Pero su falta de voz… Quizá el silencio de un amor ensimismado.

Foto: Flickr – Joachim Huber. Bajo licencia de Creative Commons